1/10/2007

Primera carta


En estos últimos tiempos estuve pensando en vos. Te imaginé; Me acuerdo que una de esas tantas veces que quiero cocinar algo especial, me puse a pensar en las recetas que tengo en algunos libros, en todas las otras que están desparramadas por la biblioteca, imaginando cuál de ellas te gustaría más. Otra noche, invernal, di con la suerte de alquilar dos películas realmente buenas, una de ellas era una sutil comedia francesa, aguda, como me gustan a mi. No pasaron más que unos minutos desde el desarrollo de la película cuando te pensé, te imaginé.
Aquella tarde que, triste, abrí la puerta de casa buscando explicaciones en la luz tenue, te necesité.
Sin vos me las arreglo, claro, no es que sienta que me va mal. Entre amigos que me quieren y algunas ocasionales hacen que no me sienta solo. Aunque con vos, no sería igual.
Te pienso, te imagino. Quién sabe si nos cruzamos esa mañana en la tumultuosa combinación de subte. ¿Eras vos? Había demasiada gente moviendose en todo sentido y yo estaba llegando tarde, no pude saber si estabas con el pelo ondulado escuchando tu mp3 con la mirada en tus zapatillas o si pasabas muy apurada con tu vestido negro mirando los televisores que anunciaban mal tiempo para el fin de semana.
Un domingo de supermercado creí verte a través de las góndolas, la noche anterior no pude encontrarte en los bares atestados de Palermo.
A veces me intriga si una madrugada, al despertar, la luz entrecortada por la persiana mostrará, tus pestañas largas reposando o tus rulos rojizos.
Jugando al básquet con un amigo, allá por Saavedra, me capturaste unos segundos. Pensé en cómo calzarían nuestras manos al caminar por Parque Centenario.
Mientras miraba el cielo de pocas estrellas, me sumergía en la pileta capturando el silencio; Me preguntaba si en nuestras charlas aparecerían más la literatura que la tecnología, ó la fotografía que Dalí, las ideas zurdas ó la técnica del remo escandinavo. Eso sí, sabía que las armonías vocales del Duo Salteño no serían un tema recurrente en nuestras largas charlas.
Hay momentos, cortos, de pocos segundos cada mes o cada semestre, te pienso te imagino; quería escribirte, antes de conocerte.